Introducción

Córdoba en su pintura del siglo XX

Mercedes Morra Ferrer
Docente e investigadora de la UNC

 

El panorama de las artes plásticas en Córdoba está jalonado por la
dura lucha que implica asumir individualmente -pocas veces con el apoyo de
grupos reducidos e instituciones- un quehacer cultural que se sustenta en una
doble vertiente.
La llama subjetiva, lírica e imponderable que impulsa a un ser humano a
durar, unida a la voluntad implacable de no quedar detenido, de trabajar pese
a la falta de respuestas, de no sucumbir a la humana necesidad de un diálogo
directo que aún parece no puede proporcionar el medio.
El artista plástico de Córdoba tiene -a cierta altura de su trayectoria- la clara
vivencia del monólogo, y afortunadamente para la vida cultural de nuestra
querida ciudad, se entrega a su ejercicio con la esperanzada expectativa de posibles
cambios.
Las respuestas a la obra candente, directa, creativa y vital, se producen como
un eco, a la distancia, y cuando ya no pueden actuar como estímulos en la sensibilidad
del creador, quien ya pasó a otro lenguaje, a otro código, a la elaboración
de un nuevo mensaje.
Ser aceptado solo a través de etapas superadas; tener la vivencia de no cubrir
sino parcialmente las expectativas suscitadas sobre el propio talento traducido
en obras; no poder por lo tanto aceptarse a sí mismo con el casi indispensable
complemento de la aceptación “del otro”, es la extraña tónica
vivencial de la gente que hace la plástica de nuestra provincia.
Paradójicamente, son ellos -los que viven en el extrañamiento y en la dubitación
de lo que les es más caro- los que le dan su propio rostro a Córdoba, los
que se lo dieron siempre.
Porque Córdoba es la Catedral y la Compañía, cuya entidad física fue dada
por arquitectos, tallistas, artesanos y pintores, muchos de ellos anónimos.
Córdoba es la sierra según la vieron Pedone, Aguilera, Malanca , Olimpia
Payer; y actualmente Jorge González, que a través de su vibrante colorido da
una mirada a la ciudad de torres, plazas, cañada y río que configuraron para
él una nueva temática.
Es futuro de hoy y mañana, Nicasio y Meyer.
Es esa conjunción de pasado y presente que sintetizó en íntimas y despojadas
escenografías Palamara, con las cuales continuaron dialogando Farina, Cuquejo
y Fonseca.
Córdoba es también la escena donde otrora se movieron los personajes de
Genaro Pérez, Gómez Clara, Caraffa y Cardeñosa y que se iluminó en el colorluz
de Vidal, para encarnar más tarde en los múltiples aspectos de la obra de
Soneira y las metamorfosis dramáticas de Viola y Krivoruk.
Es también la síntesis paisajística de Rosa Ferreyra de Roca y las más subjetivas
y sígnicas de José Cárrega Nuñez.
Córdoba en el momento actual es una síntesis de afirmaciones históricas de
la Colonia con la eclecsis aportada por inmigrantes de corrientes europeas, del
cercano y lejano oriente, integradas activamente en el medio; es así mismo una
fusión de tiempos y culturas con el insoslayable sello de la industrialización
-producida a mediados del siglo XX- unida al proceso dinámico que implica
el paso de una sociedad tradicional a una de tipo industrial y cibernética.
El movimiento plástico actual, al finalizar la década del 90 está brindándonos
facetas del rostro de Córdoba de ahora, con algunos aspectos tradicionales
de siempre, en la obra de representantes de diversas generaciones que afloran
en una dinámica cada vez más plural y universalista.
La coexistencia de diferentes ritmos, tiempos, procedencias culturales y tradiciones
acrisolados, nos explican la presencia de tendencias estéticas que bullen en la producción plástica y nos muestran: Geometrías estrictas de realización
impecable con trasfondo contemplativo (Norberto Cresta).
Geometrías analíticas que se conjugan con los procesos científicos de investigación,
disciplinando las formas y el quehacer plástico en base a estructuras
matemáticas, procesos binarios y realizaciones metódicas y rigurosas (Eduardo
Moisset y discípulos).
Expresiones desbordantes que metamorfosean el mundo, creando un clima
de paroxismos (Josefina Cangiano – Roque Fraticelli), o bien Dalmacio Rojas,
quien conjuga en sus telas recursos primitivos casi informales, con la intención
del grito, la ironía y la crítica.
Expresionismos moderados que subjetivizan las formas en metáforas dúctiles
y sutiles (Rafael Roldán, Tito Miravet, Sergio Blatto, Raúl Díaz). Abstracciones
expresionistas sustentadas en América Antigua, donde priman texturas y
construcciones arquitectónicas (Cándido Churquina) o bien signos y símbolos
(Oscar Páez), profundizando las raíces en contrapunto con los lenguajes
universales.
Todos los matices de los lenguajes simbólicos con elementos oníricos y mágicos,
nacidos de la interioridad de nuestros artistas en sus respuestas al
mundo presente o en la recreación de los ancestros colectivos e individuales
(Domingo Huertes – Antonio Monteiro – Oscar Curtino – Carlos Crespo –
Nina Juárez).
El mundo orgánico de las formas humanas, vegetales y animales visto por la
lente del microscopio en el dibujo preciso de análisis o síntesis; o bien ese
mismo campo visual traducido en recreaciones individuales, subjetivado a través
de elementos expresivos y estilísticos en variantes tan polarizadas como las
geometrizaciones o los juegos matéricos o texturales (César Miranda – Hugo
Bastos – Selva Gallegos).
El rápido afianzamiento del hiperrealismo en los 70 significó una inmediata
puesta en valor de la obra de los dibujantes científicos (Axel Amuchástegui,
Jorge Warde) e implicó en los jóvenes la apreciación de la estricta disciplina
en la metodología del dibujo (Raúl Pecker), características que asume Roger
Mantegani en sutiles manierismos de insinuaciones oníricas. Dicha tendencia
se transfigura con implicancias expresionistas, de crítica social, simbólicas
o bien mágicas (José Ledda, Pablo Canedo).
Existe una fuerte inclinación hacia el llamado “neo-expresionismo”, aparente
continuidad de la “nueva figuración” de la década del 60, pero con raíces claramente
diferenciables. Aquella “nueva figuración” fue una corriente emergente
del “informalismo” y significó el regreso esperanzado al tratamiento de
la figura humana. La actual tendencia parte de una imagen del hombre, a la
que el sentido crítico, el escepticismo, la desesperanza y la protesta desdibujan
polarizándola hacia lo grotesco, ya sea dramático (Angel Herrera) o trágicocómico
(Mario Grimberg).
Las nuevas generaciones nos presentan problemáticas lingüísticas, conceptuales,
metáforas tecnológicas, instalaciones heterogéneas, que constituyen
gran parte de las expresiones de fines de los 80 y los 90, partiendo de la gran
simbología del mundo post-moderno en lenguajes extremadamente disímiles
pero abarcadores del mismo planteo antropológico de Gauguin: “¿Qué
somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos?”. Este planteo se lo hace
internamente cada joven artista, con frecuencia en medios expresivos alejados
de la plástica tradicional.
Lo verdaderamente nuevo y “ajeno” a la tradición cordobesa del siglo XX
sería el aporte de las tecnologías de última generación, los nuevos códigos visuales
que se están desarrollando (último lenguaje de Anahí Cáceres) y la problemática
de la globalización como proyecto de universalismo versus raíces y
localismos, sumados a la instancia de los idiolectos.
También es nuevo el modo de codificación visual; la manera de percibir a
partir de los medios: zapping, Internet, TV por cable, transmisiones satelitales,
etc.
Es novedoso el replanteo semiótico de la relación significado-significante en
las artes plásticas, que devienen en:
a) Obras que mantienen la organicidad significativa y son claramente comprendidas
por el espectador.
b) Obras que rompen con la organicidad comunicativa y pese a poseer una
clara estructura intrínseca, resultan ajenas a la comprensión general; su mensaje
parece hermético o se mantiene cerrado sólo para un grupo de conocedores
y expertos.
e) Obras de significación tan simple y trivial que, por la obviedad de su contenido,
se presentan al espectador como herméticas o sorprendentes e incomprensibles
por cuanto el público no acierta a develar “qué quiso decir el
artista”. (Algunas manifestaciones del “Neo-Pop” y “apropiaciones”.)
Al pasar delante nuestra realidad plástica nos detenemos en la conciencia de
que nos están mostrando nuestro propio rostro: la imagen que dejaremos de
la Córdoba de hoy en el futuro, y asimismo, la única posible.
Si encontramos en las metáforas de nuestros artistas algo que consideremos
ajeno y desearíamos modificar y cuestionar, pensemos seriamente en la modificación
y cuestionamiento del sustrato que nutre la fuerza raigal de la plástica
local: nuestro propio medio.
En sus mil rostros y maneras, en la pluralidad de las técnicas empleadas, nuestros
artistas han asumido la difícil y meritoria responsabilidad de crear y sostener
día a día la estructura cultural de Córdoba en el campo de la plástica.

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